4 nov 2019

MUCHO PLAN EL DEL59, PERO SI NO LLEGA A SER POR EL TURISMO (y II). CUANDO EL TURISMO MATERIALIZÓ LA REFORMA AGRARIA EN ESPAÑA…SIN PRETENDERLO




Como hemos intentado trasladar en estos post sobre el Plan de Estabilización del 59 y la importancia del turismo, vamos a acercarnos hoy a las cuatro últimas décadas.

El caso es que hasta la década de los ochenta el turismo en España se proyectó única y exclusivamente hacia el Sol y Playa. Los países más desarrollados de Europa se configuraron como los principales mercados emisores hacia destinos de Sol y Playa. Hablamos, pues, de turismo de masas vacacional, donde, desde el lado de la oferta, el caso es que cantidad y competencia por precios marcaron la pauta.

Sea como fuere, el caso es que, llegados a los noventa nos sorprendió otra crisis. Hay quien sostiene que el proceso de integración de España en la Unión Europea también nos pasó factura. Recuerden: fueron los años en los que Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal de los EEUU (o el Nobel de Economía Robert Lucas) apostaban porque los mercados estuviera desregulados y la corriente neoliberal se adueñó de este país (aún gobernando el PSOE) y (tal vez por eso -je, je, je-) se privatizaron empresas públicas en un clima de euforia que nos llevó a echar la casa por la ventana de cara a 1992: Expo de Sevilla, Juegos Olímpicos de Barcelona (¡Ojo!, la Olimpiada es el periodo entre Juegos Olímpicos y dura 4 años) y Madrid Capital Culturalcon lo que pasamos de un déficit 0 en 1987 a 7 billones de pesetas… que compensaron de inmediato los ingresos por turismo y los Fondos Estructurales. El turismo nos saca de todos los apuros, pensaron los que piensan en este país.

Y como el turismo había respondido, entre 1992 y 1995 nos concedimos el Plan Futures I, Plan Marco de Competitividad del Turismo Español como primer plan nacional diseñado de manera coordinada entre la Administración General del Estado y las Comunidades Autónomas. Y con una nueva crisis (1992 y 1994) que logramos superar con nota.



Y va en enero del año 1995 y entra en vigor el nuevo IVA (entonces, para lo que nos ocupa, con porcentaje de aplicación del 16%) y nuevos impuestos especiales, ya que éramos Europa. ¿La consecuencia?: el incremento de los precios de todos los productos y servicios básicos, lo que nos llevó a la última devaluación de la peseta (06.03.1995) -en un 7%- y que era la cuarta desde 1992. Gracias a ella mejoró la competitividad del turismo español… y nos volvió a tapar las vergüenzas.

Pero en el 96, teniendo que cumplir con los criterios de Maastricht (¡cachis-lá, Aznar!) y la necesidad de converger hacia la moneda única, tuvimos que revalorizar la peseta y eso nos convirtió, por primera vez, en un “destino caro” y dio alas a otros muchos destinos del Mediterráneo; incluso a los que acababan de salir de la Guerra (de los Balcanes; 1991-95…2001). Pero los vaivenes económicos europeos nos hicieron recuperar momentáneamente la condición de destino turístico barato… y el turismo nos volvió a iluminar el bolsillo.

A finales de 1997 contabilizamos 39’5 millones de turistas y comenzamos una escalada trepidante donde -primero con el euro (10.01.1999) y luego con la apuesta por la industrialización del turismo- el modelo turístico español se diversificó tratando de enriquecer la oferta. El control del capital pasó a estar en manos de los turoperadores y hoteleros. La principal innovación llegó con los nuevos modelos de gestión en las empresas turísticas y en la organización empresarial del negocio turístico. Irrumpe con fuerza la Internet, comienzan a operar las empresas en red, el capital turístico es internacional y la gestión del negocio turístico tendrá, a partir de entonces, criterios financieros. A esto hay que sumar una importante reforma laboral.

En este periodo, cambio de siglo, de mediados de los noventa a la mitad de la primera década del siglo XXI, la vieja “industria de los forasteros”, por fin, se convirtió en una auténtica industria. Y en un mundo tan globalizado dejamos de hablar de forasteros y empezamos a valorar a los viajeros; impenitentes viajeros.

Es entonces, en este periodo, cuando se empieza a demonizar el turismo de Sol y Playas -había que ser snob- y a loar, tal vez en exceso, las ventajas de las nuevas modalidades de turismo: el rural y el urbano-cultural. El rural no va a más y el urbano ha propiciado, por falta de planificación, multitud de ejemplos de rechazo, manifestado en episodios de “turismofobia”.

Lo positivo de este enfoque, que coincide con el cambio se siglo, es que la opción de diversificación demostró la pervivencia del modelo de turismo de Sol y Playas y posibilitó la irrupción de un turista cada vez más selectivo y que busca, además, criterios de calidad en los servicios.

Y, superada la crisis que arrancó en 2007, desde 2014 vamos in crescendo a pesar de la irrupción de nuevos competidores y múltiples amenazas: desde el modelo turco al Brexit con el parón de la locomotora alemana.

La actividad turística ya no debemos verla como el principal compensador de la balanza de pagos. Es mucho más.

Así pues, volviendo la vista atrás, hablando de las consecuencias, el Plan de Estabilización de 1959 consiguió que los servicios y la industria absorbieran a los grandes flujos de trabajadores de la España rural que apenas subsistían en el subempleo agrícola. Esto materializó, reconozcámoslo, una reforma agraria -si se quiere, de puntillas- sin necesidad de llegar a las expropiaciones del primer franquismo (que, en realidad, hizo suyas las política inconclusas de la II República).

Y lo mejor: la liberalización económica del 59 fue posible porque “Hispanicus” vio que era lo único que podría salvar el Régimen y, a pesar de sus artículos contra el mercado como institución básica para el buen funcionamiento de la economía, terminó por guardar la pluma, que suele ser más fuerte que la espada, y dejar que, zapatero a tus zapatos, los economistas hicieran su papel.

Salió la cosa como salió, porque en esto de la economía no estamos solos.

Y en cuanto al turismo, la reflexión final de este proceso que arranca con el Plan de Estabilización de 1959 sería, planteo, que salió bien gracias a que depositaron en el sector turístico -en el modelo de Sol y Playas- y sus actividades complementarias, aún sin pretenderlo, gran parte de sus potencialidades de desarrollo del país.

Hoy sabemos que la demanda turística es tremendamente elástica y en especial la de la del turismo de Sol y Playa… pero es la que pervive con mayor regularidad.








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