5 ago 2012

DEL FARO DE QUINTO SERVILIO CAEPION



A estas alturas del Blog, se habrán dado cuenta: me chiflan los faros.

De una columna de prensa que apareció en El Diario -“Vigías del mar, estrellas en tierra”- salió un librito al alimón -“Los faros y otras luces de mar de la provincia de Alicante”- con el amigo Pepe BañulsEl Bueno” -hubo otro Pepe Bañuls -“El Malo”- en lo de la moción de censura en el Ayuntamiento de Benidorm, hoy felizmente defenestrado… aunque con un ramalazo de ave fénix que no vean, y el fotógrafo Antonio García.

Yo, es ver un faro y encaminarme hacia él a piñón fijo; no importa por qué derroteros. Y lo hago por tierra. He llegado a proponer una iniciativa para los faros mediterráneos similar al programa europeo Al-Light (Atlantic Lighthouses) para la recuperación y uso público de los faros, ya que todos están automatizados. Y, claro; nadie me ha hecho caso.

Hace nada, el faro de Trafalgar. Hoy, el faro de Chipiona.

Ya les dije: en Chipiona… el reloj de sol y naturalmente su faro, que tiene su miga y su baliza.
A 36º 44’ N y 6º 28’5 W se encuentra la Baliza de Salmedina que evita que las embarcaciones zozobren con la Piedra de Salmedina, un arrecife que está unos siete kilómetros de la Punta del Perro, en Chipiona. La baliza es un faro cardinal oeste. Una marca cardinal, les cuento -porque lo leí para documentar el librillo de faros- indica que las aguas más profundas de la zona se encuentran en el cuadrante que le da nombre (Oeste, en este caso) y por ello luce sus colores (amarillo-negro-amarillo, en este caso) y son 9 sus destellos. Es la antesala a la navegación por el Guadalquivir. Es, en ese sentido, casi tan importante como el faro que tiene a sus espaldas.

Y, en tierra firme está el faro; a 36º 44’271 N y 6º 26’522 W. Es el faro más alto de España (69 metros), tercero de Europa y quinto del mundo. Es famoso, pero no el primero que tuvo el lugar.

Dicen que Quinto Servilio Caepion, el de Viariato (absténganse los que hayan visto la serie de Antena 3 TV porque nada tiene que ver con la realidad), fue el que a sus expensas ordenó levantar en la Piedra Salmedina un faro (Estrabón cita la Turris Caepionis) que es lo que ha dado nombre a Chipiona/Caepionis… y la hace famosa; no la folclórica aquella. Bueno, en ese lugar o más en tierra firme -en lo que luego fue el “castillo” de los Ponce de León, luego Monasterio de Regla… que hasta 1490 Chipiona no era municipio- hubo un fanal desde tiempo inmemorial y… una serie de casas en torno a la torre defensiva de uno de los noble de la Casa de Arcos, linaje de alcurnia que sería el embrión de la población.

No obstante, la Piedra Salmedina entra en todo esto y es de “rancio abolengo”. Es que en aquella piedra se levantaba, también -cómo si no- la tumba de Gerión (la Ars Gerionis). Recordemos, con la lógica abstención de los de la EGB y similares posteriores, que acabar con el deforme y antropomorfo Gerión fue uno de los trabajos de Hércules, y que Gerión, mira por donde, vivía en la Isla de León (Real Isla de León, hoy San Fernando, entonces Isla Eriteia), donde hace 200 años se firmó la 1ª Constitución española.

Pero vayamos a tierra firme: el faro de Chipiona al que me refiero, el del siglo XIX
(proyectado en 1863 e inaugurado en 1867), es magnífico y esbelto; es lo que se llama un faro de recalada (un destello cada 10 segundos). Se localiza en la Punta del Perro (Restinga del Perro), allí donde convergen las playas de Regla y de la Cruz del Sur. Es muy atractivo y “distinto”. Por lo general, los faros alertan de un peligro; invitan a no acercarse a un lugar determinado. Este, en concreto, llama, y así los que quieren remontar el Guadalquivir hasta Sevilla lo buscan con anhelo; dicen que alcanza 150 km (en realidad, 30 millas náuticas) y que tiene 344 escalones hasta su linterna. Se remató, en su momento, con uno de los primeros pararrayos que se instaló en España. Hoy es, además, uno de los 20 faros aeromarítimos que tenemos en España (desde 1964), que también proyecta su haz luz en vertical para la navegación aérea.

Sus paredes están hechas de piedra ostionera, una aroca sedimentaria, muy porosa, formada por restos de conchas marinas muy empleada en la zona y ya se empleó para la catedral de Sevilla. Es una piedra que, con el tiempo y la meteorología, suelda los sillares y se compacta aún más. En realidad, es casi como una columna conmemorativa romana… en homenaje al cónsul romano.

Además es un vértice geodésico, uno de los 11.000 (más o menos) que hay en España (y este tiene el número 104724) y que indica la altura exacta de ese punto sobre el nivel del mar. Y la particularidad, además, es que no está colocado en el típico cilindro de 1’20 x 0’30, sobre base cúbica de hormigón. Aquí el cilindro mide 69 metros de altura (sobre la tierra firme y 72 metros sobre el nivel del mar)… y el vértice está materializado por una tachuela metálica en la terraza a 65’725 metros sobre el nivel del mar.

Y el caso es que este faro debió medir 100 metros… pero aquella España de 1853 no estaba para aquél dispendio y hubo que esperar una década para realizar otro, el actual, que no pudo llegar a los 70 metros de altura. Y a pesar de ello es el más alto de España.

Otro día, más de faros. Ah, este de Chipiona es visitable, subible y fascinante. De lo que te lo explican casi todo. A ver si aprenden en otros sitios.


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