25 may 2015

DE LA CRÓNICA DE UNA JORNADA ELECTORAL (24M)


Ya lo dije: para una vez que me toca algo en un sorteo… es ser presidente (titular) de mesa (electoral). Y en estas que a las 7’45 de la mañana estaba yo -todo pulcro (y desayunao)- en la puerta de mi colegio electoral esperando la cita para “mi” mesa. Yo sabía que “me tocaba” pero allí me encontré que de los nueve convocados a ella… sólo estábamos tres. Mis otros dos compañeros eran ¡¡segundos suplentes!!; y pese a ello, les tocó quedarse. A uno de ellos le había saludado, por vecino y porque acompañaba a su esposa, que era también presidenta (titular) de una mesa; pero él se volvía a casa a “dar un repaso” a los chicos… y se tuvo que quedar… y “dar el repaso” por “guasap”. No sé, un matrimonio unido en la jornada electoral, pero en distinta mesa.

Y nada, a su hora constituimos la mesa. Muy majos los interventores y apoderados que “nos” tocaron. Su experiencia (entre sabios, sabudos y resabiaos) nos fue muy útil en el proceso. Yo, hasta hora, había podido capear lo de la mesa electoral, pero esta vez fue imposible. Y lo asumí.

Nada, que abrimos la caja de cartón con sus papeletas, sus sobres y todo el material a utilizar… y nos dispusimos a celebrar lo de “la fiesta de la Democracia” no sin antes pactar lo del tiempo para ir comer. Y a las 9 en punto, ¡a votar! Y a las 9’02 apareció el primer ciudadano; el último a la 19’58 h.

Vino el cartero enseguida y nos trajo los sobres del voto por correo; anunció tanto una segunda visita para las siete de la tarde, que no hizo, y que un compañero vendría a por los sobres “nº 3”, pasadas las once de la noche, cuando termináramos los recuentos y de cumplimentar las actas. Y nos recordó los formularios que habríamos de rellenar.

Y así estaba la mesa: cantando los nombres de los electores, el número del censo, y recibiendo sus votos. Y algún chistecillo por medio.

La verdad es que hubo “ambientillo”. En “mi” mesa se aplaudía a los jóvenes que por primera vez ejercían su derecho al voto (hasta seis)… y ya puestos, a los votantes números cien y doscientos. No llegamos al 300. Incluso apludimos al primero que utilizó la cabina. Bueno, y también al segundo; a la cabina sólo entraron 2 ciudadanos… y todos los apoderados del mundo mundial que para comprobar que estaban las papeletas de todas las candidaturas y los sobres entraban una y otra vez.

De este grupo tan imprescindible de voluntarios de los partidos he podido constatar la existencia de dos grupos: los tocapelotas -los menos- y los normales -los más-. Uno de estos personajes, del primer grupo, iba por las mesas alterando la disposición de las papeletas, colocando otra de otro partido sobre el paquete de la siguiente y al grito de “¡Irregularidad; hay duplicidad!” exigía que se solucionara… con tan mala fortuna que le pudimos demostrar que había sido él… y no volvió por allí. Como tampoco lo hizo un ciudadano que se dedicó a alterar todos los montoncitos y cuando se le reprochó su actitud, la negó y se marcho sin votar… y eso que previamente se había identificado ante la mesa… en fin, un indigente mental.

En “mi” mesa, al principio llamó la atención el número de personas mayores que buscaban “la papeleta de Leopoldo”; tanto como el número de personas que son conscientes de un nimio error en su nombre en el censo y que como “es tan pequeño” no instan su solución, proceso electoral tras proceso electoral: “es que, hijo, se pierde tanto tiempo con eso”.

La mañana fue tranquila; hubo algún sprint previo al aperitivo dominical, pero el ritmo fue constante, aunque por debajo, y así lo atestiguaban los interventores acreditados ante la mesa, de las últimas municipales Lo único destacable, en lo negativo, la postura de comisario político que adoptó algún apoderado que se empeñaba en situar a gente de su color “in vigilando” las mesas de papeletas, coactivamente. Llamado al orden, depuso su actitud y ya por la tarde, él y otros similares, lucían piel de cordero. Yo imagino que el ADN lo llevan de serie y por lo allí evidenciado, poco se diferencian de los tipos del Daesh con coordinación y estructura quasi militar más que sociedad electoral. Ah, Dios los cría, y ellos se juntan; alguna formación debía repasar la lista de sus interventores y apoderados.

Nos visitaron los candidatos, por orden de llegada a la mesa, de PSOE, Liberales, UPyD, Ciudadanos, Eu y PP.

La tarde tuvo sus momentos de intensidad y de relax; estos últimos los aprovechamos para cumplimentar lo elemental (nombres) de las actas de escrutinio y sesión. Y así hasta las siete y pico en que, como buitres -es que lo percibí así-, los apoderados esos que no habíamos visto desde las 10 de la mañana y ya aparecían diciendo que vendrían “enseguida” a por las copias de “sus” actas.

Y a las 19’58 horas votó el último ciudadano, y a las 20’00 h. la Policía Local cerró el colegio electoral; sólo quedaba dentro una señora que no aparecía en nuestro censo porque estaba en la de al lado, pero ella recordaba haber votado en nuestro espacio.

Puerta cerrada, quitamos los precintos, y… ¡a contar! Se te queda la boca seca con tanto repetir nombres de partidos, o siglas. Primero, las municipales: un solo voto en blanco. Después, tras la parte administrativa, llegó el turno de las autonómicas: cuatro nulos y dos en blanco. Uno de los nulos, con mensaje dirigido a partido de la oposición.

Mientras contábamos y recontábamos y confirmábamos el número de votos a candidaturas y el números de sobres… descubrimos que no sabíamos restar los 5 votos de los interventores de “nuestra” mesa al de electores censados. Unos interminables cinco minutos hasta que caímos en la cuenta, gracias al “chivato” de la aplicación informática del representante de la Administración… mientras nos reclamaban actas de escrutinio por todas partes; fueron agobiantes, hasta que cortas por lo sano. A esperarse. Un poco de típex y haces la resta bien. Hale, a repartir actas como rosquillas tras haber completado la dotación de los sobres para el Juzgado y a la Administración. La mesa de enfrente, que sí supo hacer correctamente su resta de interventores, ya nos iba ganando.

Ahora a contar las papeletas “sepias”. Algún nombre “raro”, pero el mismo proceso… y esta vez sí supimos realizar correctamente la resta de los cinco interventores. ¡Premio! Y a rellenar actas de escrutinio y sesión, a recabar firmas, a cumplimentar sobres y a repartir copias de actas a los buitres de antes, tras hacerlo a los interventores de “nuestra” mesa.

Los de enfrente se acaban de ir y “mis” interventores ya hacían mutis por el foro. Y allí nos quedamos los tres (y ellos que iban de segundos suplentes y habían pringado como titulares más que Ramos en la zaga del Madrid) terminando el último repaso y esperando al cartero, que llegó y… no encontrábamos “sus” papeles. Pero estaban y se cumplimentaron. Aquello sí que me dolió, pero en la vorágine de actas y recuentos los había puesto sobre la silla; estaban detrás… y ninguno los veíamos. Los vimos y… todo acabó felizmente.

Bueno, acabó allí. Porque el presidente debe terminar con los sobres “nº 1” y “nº 2” en el Juzgado. Junto a otro presidente de mesa, un vehículo de la Policía Local nos subió al Palacio de Justicia. ¡Qué sólo, vacío y grande está por la noche! El número de la Guardia Civil nos llevó a una sala, con una docena de presidentes de mesa, y allí nos esperaba el Juez decano. Nos quedamos mirando; doce por delante. Pero lo nuestro fue rapidísimo: los presidentes que esperaban es que no les habían firmado todos los interventores de la mesa hasta en la solapa de los sobres. Bueno, el Juez encima era vecino (cambia mucho de la charla en la piscina) y lo suyo fue lo más reconfortante de la noche: un apretón de manos y recibir el recibo de entrega con la rúbrica de su Señoría.     

¡Por fin! A 25 de mayo de 2015… porque ya era algo más de la medianoche. Y estábamos a puntos de volver a casa. Tardamos más esperando a que nos bajaran del palacio de Justicia (o eso nos pareció) que en la pesada labor del escrutinio. Vuelta al colegio electoral a por los vehículos.

A la una en casa. Y a todo esto no sabía cómo había quedado la cosa en Benidorm. Pero antes, me metí en la ducha. Luego di el parte a “mi contraria”, que estaba muy interesada en pormenores, me hice un bocata de sardinas en escabeche con dos cervezas (pasé mucho de la cena; me apetecía ese bocata) y me enteré. Eras las tres pasadas cuando nos fuimos a la cama. ¡Cómo está el país!

PD. Gracias, Sonia; gracias, Roberto. Gracias interventores de “mi” mesa. Gracias Yolanda. Y a quien corresponda: si es posible, para las próximas… no me sorteen.




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