11 jul 2020

A PROPÓSITO DE LA CONCERTADA Y LA EDUCACIÓN EN ESPAÑA (V)


Tras el desastre (los desastres) de 1898, el siglo XX comenzó con ansias modernizadoras, también en esto de la enseñanza. Ayer veíamos la Institución de Libre Enseñanza (ILE), que arranca en 1876 y hoy entraremos en el siglo XX por los vericuetos de la Escuela Nacional, que también arranca en el último cuarto del XIX.

En 1900 se crea el Ministerio de Instrucción Pública (y Bellas Artes). Hasta entonces, la Educación en España había dependido de los ministerios de Gracia y Justicia, una temporadita, y de Fomento, otra. Francisco Silvela, obligado a reducir presupuestos tras el desastre (los desastres) de 1898, eliminó los ministerios de Ultramar (ya no teníamos ultramar) y Fomento (con mucho que fomentar y poco din de donde sacar). El nuevo ministerio nació sin presupuesto; obviamente. Romanones (Álvaro Figueroa, conde y liberal), su segundo titular, le echó bemoles y se centró en potenciar la escuela pública recortando prerrogativas eclesiástica; y hasta metió el sueldo de los maestros en los Presupuestos Generales del Estado, que el 1903 debían cobrar 500 pesetas anuales. Decretó Romanones la escolaridad obligatoria hasta los 12 años y coló la pedagogía de la ILE. Y como figuras de relumbrón a pesar de todo teníamos, las fue colocando para reformar el viejo solar patrio en materia educativa: Santiago Ramón y Cajal, Marcelino Menéndez Pidal, Manuel Bartolomé Cossío y Alberto Jiménez Fraud fueron los abanderados. Terminó creando la Escuela Superior de Magisterio, olvidándonos ya de san Casiano y su Hermandad.

Pero los destellos liberales fueron sólo eso, destellos, porque a cada cambio de gobierno se volvía a las andadas y se apostaba más por la escuela tradicional, con la Iglesia católica como aliada. 

Pero algo empezó a cambiar a partir de 1902. Con Alfonso XIII entronizado, desde Francia llegaron los influjos de la escuela republicana (del modelo de la Tercera República francesa inaugurada en 1870, nada que ver con cosas de por aquí) con organización socialista y principios pedagógicos impulsados por la ILE compaginados con los norteamericanos de la common school y los de la Nueva Escuela Europea, que en Cataluña encontró donde arraigar. Prat de la Riba, padre teórico del nacionalismo catalán, la abanderó para recuperar, establecer y generalizar las señas catalanas. Los gobiernos del nuevo rey, entre 1902 y 1923, se pasaron todo el tiempo intentando encontrar un punto en común para desarrollar la cuestión de la Educación. Los fugaces gobiernos liberales daban un paso hacia delante y la realidad les devolvía al punto de partida. ¿A quién se le llegó a ocurrir que hasta los 12 años escolaridad obligatoria si el trabajo infantil era el pan nuestro de aquella España de comienzos del XX? El absentismo escolar se convirtió en crónico.

Se organizó la cosa: Junta de Ampliación de estudios (1907), la citada Escuela Superior de Magisterio (1909), Dirección General de Enseñanza Primaria (1911, con el humanista alicantino Rafael Altamira como primer responsable), el Instituto-Escuela (1918; un avance hacia la Secundaria) y la Oficina Técnica para la Construcción de Escuela (1920) siempre que hubiera presupuesto; planos, siempre. 

Pero como las cosas de palacio iban despacio, partidos y sindicatos obreros se pusieron en marcha tomando la Enseñanza como elemento de lucha y liberación de la clase obrera. Así llegarán la Escuela Nueva (del socialismo; enseñanza estatal como alternativa a la privada) y a la Escuela Racionalista (de los anarquistas, al margen de Estado, para trasmitir su ideario)… y otras.

La Escuela Nueva (del socialismo) era krausista y bebía de la ILE. El Partido Socialista (español) -desde 1879- exigía la creación de escuelas gratuitas de primera enseñanza y escuela profesionales; en el congreso de 1888 insistían en una educación gratuita y laica; y profesional. Manuel Núñez de Arenas y Ramón Carande se volcaron con la iniciativa que Lorenzo Luziriaga, hijo y sobrino de maestros, estructuró en los 40 postulados de la Escuela Única que el sindicato Asociación General de Maestros (1922) apoyó. Partían de una premisa: el alumno de primaria podrá llegar a la Universidad sin obstáculos.

Con fe ciega en la revolución anarquista se impulsó la Escuela Racionalista y el concepto de enseñanza laica. La Liga de Librepensadores (Liga Universal Anticlerical de Librepensadores) del ex escolapio Bertomeu Gabarró abrió escuelas laicas por Barcelona (y toda Cataluña) y en algunos puntos de España, como Alicante. La Sociedad Catalana de Amigos de la Enseñanza Laica, enfrentada a Gabarró, tejió su propia red de escuelas que, a su vez, rivalizaban con la red de Escuelas Cosmopolitas de Enseñanza Popular Libre de Cataluña. 

Un guirigay. Pero un guirigay nacional, porque en Madrid la logia Libertad y la sociedad Amigos del Progreso abrieron las suyas propias, laicas y gratuitas. El anarquista y maestro José Sánchez Rosa hizo lo propio por Andalucía. En Valladolid, en Zaragoza, en Galicia, en Cantabria, en Valencia… Y no podía olvidar al más mediático de la enseñanza anarquista: Francisco Ferrer Guardia y su efñímera Escuela Moderna (1901-1906). Su proyecto se expandía hasta que fueron cerrados sus centros (en Cataluña, Valencia y Andalucía) cuando se le condenó por los sucesos de la Semana Trágica de Barcelona (26.07-02.08.1909) y su vinculación a Mateo Morral, autor del atendado (1906) contra Alfonso XIII, que oficiaba de bibliotecario de su institución. La Escuela Moderna era de pago y de pedagogía libertaria; optimista antropológica, que se definió, consiguió difusión internacional y caló profundamente en las iniciativas Modern Schools de los Estados Unidos y del Reino Unido.

Finalmente, en este repaso, la enseñanza religiosa. La Iglesia rechazaba la intromisión de los librepensadores y de los políticos que desde mediados del XIX producía a espuertas este país. Si a la ILE, el menor de sus problemas, lo llegó considerar como enemigo, ni les digo lo de Ferrer Guardia. Pero se iba implantando la enseñanza religiosa porque los gobiernos de turno no hacían frente a sus responsabilidades de vertebrar un sistema educativo nacional, por falta de presupuesto y voluntad.

Perdimos las colonias y repatriamos eclesiásticos; y recibimos como exiliados a los de media Europa que vivía una revolución laicista; y algunos de tal nivel que la enseñanza controlada por la Iglesia se enseñoreó de la Secundaria. Entre 1923 y 1931 casi la mitad de los religiosos en España estaban dedicados a la enseñanza -y en particular la Secundaria, que era un feudo inexpugnable y de máxima calidad, por el que el Estado no competía-. Y luego estaban las iniciativas de los padres Manjón (Escuelas del Ave María) y Poveda (Institución Teresiana) volcados con la enseñanza Primaria y la formación del profesorado. Y no olvidemos la existencia de Acción Católica Nacional de Propagandistas (del jesuita Ayala), las Escuelas Sagrado Corazón, la doctrina social del papa León XIII que calaba y la irrupción de los Círculos Católicos Obreros (padre Vicent) y los Patronatos de la Juventud Obrera, del valenciano Gregorio Gea Miquel y sus colonias de veraneo que conseguían tanta aceptación, o más, que las similares de los partidos y sindicatos de izquierdas.

La polarización de la cuestión. Llevamos el ser banderizos (de bando y bandera) en el ADÑ.







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