14 sept 2010

La alegre inconsciencia; el estupor mundial

Lo de ayer no tiene nombre. Lo suelta Aznar y me veo a los de siempre gritando lo de “A las barricadas”; lo suelta ZP… y sólo un halo de vergüenza torera en algunos de nosotros. Tierra trágame, que es el presidente del Gobierno del Reino de España.

Me imagino al traductor, haciendo de tripas corazón, para que al trasladar “el descubrimiento” al respetable allí presente no le tiraran zapatos o similares; que se ha puesto de moda el zapating. ZP se ríe de 4’6 millones de parados, ante medio mundo, y sólo le acusan, desde el PP, de “haber perdido el norte”… y por lo del “laboratorio” para políticas sociales. Encima de parado te considera cobaya; rata de laboratorio.

Y no pasa nada.

Suelta de lo “esto es lo que hemos descubierto de la crisis, que la formación y la innovación es fundamental” y la profesionalidad del traductor le impide descojonarse en público.

Y no pasada nada.

Profana uno de los derechos fundamentales del hombre y de los Objetivos del Milenio con “una persona, cuando está formándose, está trabajando para el país”… y no se oye ni un lamento patrio. Eso se le dice a los soldados que en una misión pueden dar la vida por su país; no a un parado que se desangra social y moralmente por su incompetencia.

Y no pasa nada.

Lo más cojonudo es que sonreía, con cínica sonrisa, en Foro de Oslo tras haber espetado esas ofensivas lindezas, olvidando que encima, para acudir a esa formación, debes pagarte tú los desplazamientos. Así, naturalmente que trabajas para el país; contribuyes a que esto siga rodando… vas en autobús o en coche.

Y no pasa nada.

Esto me recuerda mis años de aúlico cronista de moros cuando investido de dignidad festera acompañaba a las vanguardias guerreras de los Moros Abdelazíes en las Fiestas de la Reconquista de Orihuela. Nos seguían las secciones hipomóviles de avituallamiento etílico para, gracias a ellos, poder descender la bajada del puente, a los soberbios acordes de Ximo, y terminar en nuestro cuartel entre pocos aplausos y cierta incredulidad ante nuestra osadía: chicos bien borrachos como cubas. El desfile discurría entre calada de puro y trago de aquél brebaje que preparaba el Tito Kin y los burreros distribuían a gallé; extrañas proporciones que nunca hubieran conseguido entrar en un concurso de coctelería pero que nos insuflaban la energía necesaria para, con nuestro cadencioso, soberbio y sexi paso abdelazí, llegar al final del trayecto. Y no todos, que por el camino dejábamos “aparcados” entre el público tanto elementos de la filà como burreros. Nos multaban por ello, tanto la asociación local como la UNDEF. Uno de mis pliegos de descargo surtió tal efecto que fuimos amnistiados, aunque hubimos de pagar los desperfectos. Tan bueno nos resultó que, una osadía más, lo publiqué -Un brindis por los burreros- y la propia UNDEF lo premió. La disculpa era la suerte de alegre inconsciencia que, producto del alcohol, motivaba nuestro compulsivo proceder.

Después de la comparativa de Tokio y el despropósito de Oslo, ¿qué bebe el presidente? Lo nuestro era “cubata Tito Kin”, fifty-fifty alcohol y refresco… o eso decía él.

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