15 oct 2010

Entre el esperpento Pantoja... y el choteo Caruana

Está el país hecho unos zorros; casi, casi, para hacerlo cisco… y que arda.

Ayer, entre el esperpento de la Pantoja en los juzgados marbellíes y el “maltés” Caruana dándonos por el trasero, sólo nos faltaba que Moncloa corriera el bulo de que iba a nombrar ya al sucesor de Corbacho… y tuviéramos las redacciones en vilo.

Hemos vuelto a ser un país de pandereta. Menudo gentío pendiente de la supuesta “folclórica”. Ya estoy echando de menos que salga alguien de Orihuela -sí, de Origüelica del Señor- y cuente las aventuras mercantiles de la tonadillera “caminito” de la producción y comercialización de cítricos entre la Vega Baja alicantina y el mini eje sevillano Tocina-Los Rosales. ¡Qué aventura! Un hermano mayor siempre de líos, en la puerta de casa; otro menor, siempre de lloriqueos inconfesables de nenaza; una pilosa, cantante; y una madre con aires de grandeza que pedía que la llamaran ¡¡como a la Princesa de Éboli!! (¿?); un algo así como “doña Ana de Pantoja”, olvidando que aquella fue doña Ana de Mendoza -de Mendoza, no de Pantoja-, por apellido propio y no por decisión de un manager trasnochado.

Supe de la Pantoja en Los Gallos, en la Plaza de Santa Cruz, en el corazón de Sevilla, al compás que Los Morancos irrumpían a golpe de humor mormonazo. Al poco ya estaba en todas partes con su Garlochí -pan tostaito migaito con café- que en realidad es, dicen y cuentan los calés, el corazón; vamos, que el garlochí palpita. Y un pálpito casi me da un día, en el ascensor del Sevilla-II, camino de Antena 3 de Radio, cuando la susodicha y su madre, ¡¡ellas!!, le afeaban la conducta a una periodista compañera, ya en 1985, por cosa de sus “cosas”. Me bajé en la primera parada que hizo el ascensor -eran insoportables-, aunque luego tuve que soportarlas… gajes de aquél invento que fueron “Los 33 de Antena 3” en aquella sucesión de salas que era la emisora de Sevilla.

Siempre esperpéntica, ayer dio otro Do de pecho paseando su indignidad, una vez más, por Marbella. Y es que su trayectoria es larga. A ver cuando me sale alguien de Orihuela y cuenta en los programas del hígado cómo era -ya en los 80- la chavala y su secta. ¡Pura, llama!

Y si ayer nos faltaba algo va Caruana y deja plantada la hoja de ruta de los Acuerdos de Granada. Y a Moratinos le pilla con el paso cambiado; como siempre.

Lo de Gibraltar es de choteo: pocos quieren hoy recordar la infame acción del batallón de catalanes, a favor del Archiduque Carlos, que protagonizaron el asalto, en el verano de 1704. Hoy, aún en su honor, a aquella playa donde desembarcaron le llaman “Catalan Bay” (alguno ahora le llama “La Caleta” y “La Caleta” sólo hay una, la gaditana. No manchéis su nombre). Por favor, cuando vuelvan a contarme la historia de la afrenta gibraltareña no se me olviden de añadir al palabro “tropas anglo-holandesas” la participación de los catalanes. No sé a que espera ERC para reivindicar la “hazaña”.

Otro sí digo, la célebre “verja” fue un detalle británico de 1909; ellos la pusieron.

La descolonización fue instada desde 1966 (infructuosa Resolución 2231 y sucesivas) pero el metepatas de Moratinos puso las suyas en el territorio colonial el 21 de julio de 2009 y desde entonces vamos de mal en peor. Sobre todo porque el responsable de relaciones exteriores, según el Acta británica para la concesión de la titularidad de Territorio Británico de Ultramar es el Gobernador (Sir James Adrian Johns, vice-almirante) y no el Ministro Principal; y es Caruana el que lleva la voz cantante y nos da por detrás cada vez que quiere, evidenciando que cada día pintamos menos.

Total, que Gibraltar es un trocito de la UE en la que la mayor parte de las leyes de la UE no se pueden aplicar, por decisión que Gran Bretaña admite: está fuera de la Unión Aduanera, excluida de la PAC y del IVA, el euro no es la moneda de curso legal (lo es la libra gibraltareña; ¡para joderse!), pero se acepta. El colmo es que para participar en las elecciones al Parlamento Europeo se les encuadra en la “región suroeste” de Gran Bretaña. ¿Dónde, coño, está eso?

Al Capità Toni (luego almirante Antonio Barceló) habría que reprocharle que no insistiera más en la viabilidad de sus cañoneras contra Gibraltar en aquél asedio de 1779. La envidia lo jodió tado. Pero a Barceló, al Capitá Toni, los marinos levantiscos de por aquí aún le cantaban en la época de la tonyina i l’almadrava aquella canción que aún llegué a oír yo: “Si el rey de España tuviera, cuatro como Barceló, Gibraltar fuera de España, que de los ingleses no”.

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